La eficacia de un tratamiento depende de que esté basado en un buen diagnóstico. Un buen diagnóstico debe contemplar varios aspectos:
- El eje I, que se refiere al diagnóstico psiquiátrico, por ejemplo, depresión.
- El eje II, que se refiere a la personalidad.
- El eje III, en el que situamos los diagnósticos somáticos que tienen relación con el cuadro diagnosticado. Por ejemplo, hipotiroidismo.
- El eje IV, que se basa en el entorno psicosocial.
Eso explica que un mismo diagnóstico tenga tratamientos distintos y no igualmente eficaces.
En el ejemplo mencionado, no podremos establecer el mismo tratamiento en una persona con depresión con una estructura de personalidad de aceptable autoestima, sin diagnósticos médicos asociados y con un entorno estable, que en otro paciente con el mismo diagnóstico principal (depresión), pero con una estructura de personalidad dependiente, hipotiroidismo y que ha sido abandonado por su pareja.
La estrategia o plan terapéutico debe ser distinto en cada caso, de otra forma fracasará.
La misma medicación no es igualmente eficaz en cada caso, como tampoco lo es el mismo abordaje psicoterapéutico.
Trabajar en equipo, como es nuestro caso, ayuda a poder disponer de todas las posibilidades terapéuticas necesarias.
Si el tratamiento no está siendo eficaz, existen muchas posibilidades de que el diagnóstico sea incorrecto o simplemente incompleto.